Mes del Orgullo: comunidad LGTBIQ+ andina y amazónica en el Perú  - Wayka.pe (2024)

Lo que no se nombra no existe. La comunidad LGTBIQ+ ha estado oculta en las sombras por cientos de años, patologizados e incluso criminalizados.

Esto pese a que históricamente siempre han existido, siempre han estado ahí: en Babilonia, en los antiguos Egipto, Roma y Grecia. Sin ir muy lejos, en Perú, las cerámicas Moche y Chimú muestran prácticas eróticas hom*osexuales. Incluso, según las crónicas de Pedro Cieza de León, durante el periodo de los incas, en el Chinchaysuyo, era tolerado el sexo entre personas del mismo género. También existen registros de mujeres lesbianas (holjoshta, en quechua) y personas trans. Sin embargo, esto era mal visto y castigado en el sur y centro del imperio incaico.

Con amplias diferencias en aspectos políticos, sociales y culturales por los años transcurridos desde entonces, la comunidad LGTBIQ+ sigue existiendo y resistiendo. Abarcan todos los espacios geográficos, en este caso, del Perú. Desde poblaciones andinas hasta amazónicas. Desde espacios más conservadores hasta los más liberales.

No hay una forma única de ser, ningún arquetipo a seguir. Algunos son cautos y tímidos, mientras otros se muestran más desinhibidos y hasta coloridos, exactamente como sucede en una comunidad heterosexual. Las experiencias varían, las vivencias son distintas. Y cada una de ellas nos ayuda a entender la complejidad y diversidad de esta comunidad, que según información del Censo de 2017 y actualización de Ipsos al 2019, son casi 2 millones de peruanos. Más allá de una cifra y de que la mayoría viva en Lima por la densidad poblacional propia de la capital, fuimos a explorar qué está pasando con la comunidad LGTBIQ en otras regiones del Perú.

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“Hemos estado mucho tiempo en las sombras, en la oscuridad. ¿Por qué no enorgullecernos de quiénes somos ahora que estamos fuera?”, dice Alexandra Herrera, persona de género no binario que pertenece a la vocería de la comunidad LGBT de Ucayali.

Las personas no binaries son aquellas que no se identifican con las convenciones sociales que entienden el género de modo binario: hombre o mujer, femenino o masculino. Para las personas no binaries, el género no está determinado por el sexo biológico. Pueden identificarse con un género o con ninguno, pero también pueden tener una identidad de género que fluctúa, y que no necesariamente se corresponde con la orientación sexual o romántica.

Herrera cuenta que en Ucayali ―y en general en zonas amazónicas―, las personas LGTBIQ+ se sienten más libres de poder expresarse como son. Esto debido a que tienen una forma de ver la vida mucho más liberal, independientemente de la orientación sexual e identidad de género que tengan. También influyen las grandes comunidades de soporte que han logrado construir a través de los años.

La activista manifiesta que las personas LGTBIQ+ en esta región encuentran en su misma cosmovisión y en el arte opciones para explorar distintos aspectos de su vida diaria. “Siento que encontramos más comunidad en este tipo de lugares (artísticos, culturales). Hay mucha variedad y mucha diversidad aquí. Siento que nos encontramos nosotres mismes aquí”, señala.

El ser más visibles, sin embargo, también les ha puesto en la mira de personas conservadoras. “Hay más insultos en la calle, mucha más violencia y discriminación de parte de otras personas hacia nuestra comunidad”, comenta. Esto se debe, sobre todo, a la intolerancia y rechazo hacia su forma de vestir, la manera de peinarse, maquillarse, hablar o caminar;es decir, a su forma de ser.

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Además, la discriminación aumenta con el prejuicio que vincula a la comunidad LGTBIQ+ con el VIH, sobre todo en Ucayali, región que tiene la mayor tasa de casos en el país (67,88), de acuerdo al data del Ministerio de Salud de 2019 al 2023. “Al tú aperturarte y decir que eres de la comunidad LGTBIQ+, entonces hay este estigma de ya estás enfermo o algo así”, relata.

Pero estos prejuicios no tienen asidero en la realidad. Según el último boletín de vigilancia epidemiológica del VIH/SIDA del Minsa, el 93% de las personas infectadas se identifica como cisgénero. Es decir, su identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer. Esto significa que solo el 7% de las personas con VIH son trans (su identidad de género es diferente al sexo asignado al nacer). Otro dato que nos brinda este boletín es que el 44,9% de personas se contagiaron de VIH por tener relaciones sexuales con personas de su mismo sexo. El 55,1% fue por tener sexo heterosexual, bisexual, relaciones sexuales no determinadas; y con menos preponderancia la transmisión vía sanguínea y de madre a hijo.

La falta de acceso a servicios de salud pública de calidad y el temor a la discriminación son algunas de las razones que exponen a mayor riesgo a las poblaciones LGTBIQ+. Así, es importante resaltar que el VIH no discrimina sexo, identidad de género u orientación sexual; por lo tanto no cabe estigmatizar a miembres de la comunidad LGTBIQ+, ya que ello constituye una forma de violencia y discriminación.

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Otra forma de violencia contra esta comunidad es la que ejercen las propias autoridades que deberían protegerla. “Al momento de ir a denunciar este tipo de violencias ―como personas que han sido golpeadas en las calles simplemente por ser lo que son―, no te hacen caso. Se burlan, dicen que tú te lo merecías, que quién te manda a vestirte así, a estar así. Entonces son revictimizaciones que hacen las autoridades. No nos ayudan, sino nos vulneran más y nos violentan más”, manifiesta Herrera.

La discriminación y estigmatización de la que son objeto la comunidad LGTBIQ+, tienen origen en la falta de conocimiento e ignorancia que generan temores infundados acerca de las diversidades sexuales y de género. Esto es algo que no solo sucede en Ucayali, sino también en otras regiones, como Ayacucho, donde vive Alexa Romaní.

Alexa Romaní Cuellar, mujer transgénero y fundadora del colectivo LGTB Chirapaq Sonqo de Ayacucho, hace seguimiento a casos de violencias a mujeres trans y otros miembros de la comunidad. Allí se ha encontrado con un sistema de justicia ineficiente. “Yo me di con la gran sorpresa de que los operadores de justicia desconocen de estos temas de la comunidad LGTBIQ, desconocen temas de género. Esto de una manera u otra violenta a la comunidad, denigra a la comunidad”, resalta.

Pero la ignorancia no es solo de las autoridades policiales o del sistema de justicia, sino también en el ámbito de apoyo terapéutico. Romaní Cuellar asegura que otra traba que se les presenta es cuando buscan ayuda en salud mental por las agresiones que reciben y son revictimizadas por los propios psicólogos mal preparados. “Los psicólogos cuestionan mucho la orientación sexual de las personas. Es decir, por qué te gustan los varones, no te deberían de gustar. No dan solución ni siquiera los psicólogos, sino que cuestionan la identidad de las personas, cuestionan mucho el tema de orientación”, añade Romaní.

A diferencia de Ucayali, en Ayacucho el arraigo del conservadurismo ligado a la religión católica contribuye en gran medida a la discriminación de esta comunidad. “Recordemos que Ayacucho es una zona bastante religiosa, es una zona bastante machista, es una zona sumamente católica. Esto ocasiona que la comunidad LGTB sea percibida como una molestia, y sea invisibilizada”, apunta.

Este contexto adverso en Ayacucho ha sido contrarrestado en los últimos años con la visibilización del colectivo LGTBIQ+, que ha buscado tener presencia en actividades públicas comunitarias y tradicionales importantes como los carnavales ayacuchanos y la Semana Santa. “Hemos tenido participación en Semana Santa, en la que por primera vez en la historia se puso una alfombra LGTB. Entonces, de una manera u otra, la comunidad, la sociedad, los turistas a nivel nacional e internacional conocieron, por lo menos, que en Ayacucho existe diversidad cultural, existe comunidad LGTB”, señala.

De acuerdo a la encuesta de Ipsos del 2023 sobre las actitudes de los peruanos hacia la comunidad LGTBIQ+, nuestro país en general sigue siendo profundamente conservador. El 66% desaprueba el matrimonio igualitario, derecho que debería tener cualquier persona sin tomar en cuenta su orientación sexual o identidad de género. Este porcentaje se incrementa a 72% si solo se toman en cuenta las regiones fuera de la capital.

Asimismo, la II Encuesta Nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia, publicada en 2021, resalta los prejuicios y patologización contra este grupo humano: el 45% de los peruanos cree que la hom*osexualidad es producto de algún trauma o que las personas trans viven confundidas. Ello pese a que la Organización Mundial de la Salud retiró desde 1990 a la hom*osexualidad como trastorno mental.

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Este estigma ocasiona que la sociedad peruana siga discriminando a las diversidades sexuales y de género. Sin embargo, en vez de detener o amilanar los esfuerzos de una comunidad que se niega a volver a las sombras, vigoriza el activismo LGTBIQ+ en el Perú. Sobre todo en regiones que buscan ser más visibles y descentralizar la mirada predominantemente capitalina.

“En Lima ya tienen ya ciertos avances, pero en regiones todavía no. En regiones todavía estamos saliendo del clóset, estamos haciendo incidencia, estamos haciendo vigilancia. Estamos luchando todavía contra el patriarcado que de una manera retiene básicamente a la comunidad LGTB”, subraya Romaní, de Ayacucho.

Herrera, de Ucayali, agrega que no buscan privilegios, sino que sus derechos sean respetados, como los de cualquier otro ser humano. “No pedimos cualquier cosa, pedimos nuestros derechos, que se respeten nuestros derechos”, resalta.

Comunidad LGTBIQ+: una nueva familia cuando los tuyos te dan la espalda

Uno de los grandes dramas de las personas diversas que viven en un país tan conservador como el Perú es el rechazo que sufren por parte de su núcleo familiar. Muchas veces son incluso echades de casa. Es por eso que diversas organizaciones LGTBIQ+ organizan espacios de acojo a las diversidades en los que pueden sentirse segures y querides.

“No todo es hacer incidencia, sino que también debemos de hacer un pequeño espacio para que la comunidad LGTB se sienta más en unión, se sienta más en familia. Esto va a ayudar mucho a que esas personas no se sientan solos o solas, sino que puedan decir yo tengo una familia. Si mi familia biológica o nuclear no me apoya, tengo otra familia que es la comunidad LGTB, en la cual ellos sí apuestan por mí y yo también voy a apostar por ellos”, relata la presidenta de Chirapaq Sonqo Ayacucho.

Estas comunidades se caracterizan por ser espacios de tolerancia, acogimiento y motivación. “De hecho, cuando tú decides ser parte de este tipo de comunidad, lo que encuentras es algo abrazador, es algo que no encuentras en otros lugares. Nuestra comunidad es tan abrazadora, tan diversa, tan llena de cariño… Siento que a partir de eso uno se siente más segure al entrar en este tipo de lugares después de tanto tiempo estando sole, tanto tiempo estando apartade”, agrega Alexandra Herrera, vocera de la colectiva Diversidad Ucayali.

Un hogar donde sentirse segure, abrazade y libre allana el camino para una mejor vida de las diversidades, pero el acceso a la educación es otra vía importante que puede ayudarles a encontrar mejores oportunidades y la calidad de vida que merecen.

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La encuesta del INEI a personas LGTBIQ+ del 2017 señala que el 61% de la población entrevistada cuenta con educación superior. Sin embargo, esta tiene limitaciones para representar la realidad de regiones debido a que la mayoría de encuestados fueron de Lima. Menos del 1% fueron de Ucayali y Ayacucho.

Nuestras entrevistadas coinciden en las dificultades de acceso a la educación en regiones para la comunidad LGTBIQ+. De por sí, esto ya es difícil para personas cisgénero heterosexuales. A ello se suma el factor discriminatorio y económico por el que miembres LGTBIQ+ pasany que terminan limitando sus alternativas educativas y laborales; lo que impacta en su economía y autonomía.

Por ello, colectivos como Chirapaq Sonqo de Ayacucho, vienen trabajando en apoyar a más personas de la comunidad a acceder a educación de calidad para que puedan postular a universidades a nivel nacional. Para este año se han propuesto lograr que que dos personas LGTBIQ+ que terminaron el colegio ingresen a la Universidad San Cristóbal de Huamanga a las carreras que decidan.

“El tema de educación es fundamental para todo. Sin educación no podemos acceder a muchas cosas, desconocemos incluso nuestros derechos”, resalta la activista trans Alexandra Romaní. Añade que de esta forma también pueden asegurarse que “en el futuro esas personas con profesión puedan ayudar a más personas a ser visibles y que no tengan el temor de ser libremente LGTB”.

No más sombras para una comunidad que lucha por ser nombrada, visible y contar con representación en todos los ámbitos políticos y sociales. Elles existen y seguirán resistiendo para tener las mismas oportunidades de crecimiento y hacer valer sus derechos, para ser querides, felices y sentirse orgulloses de lo que son. No solo un mes, sino toda su vida.

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